Por Cash Luna – Iglesia Casa de Dios Guatemala
Como hijos de Dios y discípulos, debemos dar fruto. En la parábola de la higuera, leemos que el dueño buscó fruto durante tres años, y al no encontrarlo, pidió que la cortaran para no desperdiciar los nutrientes que la tierra ofrecía[1]. De hecho, esos tres años coinciden con el tiempo que los expertos recomiendan para realizar reingenierías personales y empresariales. Cada tres años, deberíamos hacer una revisión de nuestro rumbo y enfoque, para replantear lo que sea necesario, con el objetivo de dar frutos en la vida. Como pastor de la iglesia, he recibido la instrucción del Señor de trabajar en ciclos de tres años, y me dio el ejemplo de Jesús, quien tuvo un ministerio de esa cantidad de tiempo, murió y resucitó. Así que luego de un periodo de tres años, toca chequear qué necesita ser podado o abonado en nosotros. El ambiente y las personas que nos rodean determinan en gran manera nuestros frutos, por eso es importante ser de edificación y buscar personas que nos edifiquen. Debemos buscar los nutrientes correctos. La adulación, por ejemplo, no es buen nutriente. Cuando te acostumbras a que la gente te dé “casaca”, pronto te la inventas tú mismo porque te hace falta. El viñador dijo que cavaría alrededor de la higuera. Es como si pretendiera encontrar el problema, arrancarlo de raíz y abonar con los nutrientes correctos.
Yo era súper parrandero antes de conocer al Señor. Me colaba en las fiestas; una vez bailé con la quinceañera ¡sin saberlo!, pero cuando recibí a Jesús en mi corazón, llamé a mi mejor amigo y le dije: “Si eres mi amigo, por favor, no pases por mí para ir a parrandear. He recibido a Jesús y mi vida debe cambiar”. Debes tomar las decisiones correctas para que Dios haga Su obra y Su Palabra abone tu tierra. Porque el cambio no es instantáneo. Él puede sacarte del alcoholismo, pero tú debes tomar la decisión, tirar el licor que tengas en casa y no aceptar invitaciones. Debes ayudarte y el Espíritu Santo te dará la fortaleza para salir adelante. Ese amigo al que le hablé claro, ahora también es cristiano, así que el fruto fue del ciento por uno. ¡Qué importante es que te rodees de personas y situaciones que te nutran! Al final, seremos cortados sin no damos fruto.
La Palabra incluso dice que demos frutos de arrepentimiento[2]. Yo tuve un trabajador que me robó. Era cristiano, buen cristiano, pero cometió el error. Cuando lo confronté, obviamente se mostraba muy arrepentido y me dijo que presentaría su renuncia. Pero yo le dije que no: “Si ya sufrí las consecuencias de tu error y te he dado una nueva oportunidad, ahora, quiero disfrutar de los frutos de tu arrepentimiento. No puede ser que hagas un daño y al mejorar, te vayas a beneficiar a otra empresa. Demuéstrame que has cambiado”. Tus frutos deben ser de bendición para quienes te han dado las oportunidades de crecer y mejorar. ¡Tenemos todo dispuesto para dar abundante fruto!
Aprovechemos cada oportunidad para dar frutos, y descubramos que cada uno de esos frutos brinda una oportunidad más para continuar fructificando. En la Palabra vemos que la higuera, la vid y el olivo eran candidatos a gobernar porque daban fruto, y los tres se negaron a tomar el cargo, ya que implicaba dejar de dar ese fruto que era deleite y tenía un objetivo[3]. Nuestros frutos tienen un objetivo de bendición para otros. Mi llamado es predicar, pastorear y darle a la congregación lo que Dios me ha dado. Comprendamos que si somos árboles que dan fruto, tenemos que prepararnos para que nos los arranquen y aprovechen. Es un honor que nos expriman. Si fueras una naranja, cómo preferirías terminar, ¿seca, podrida o exprimida? Yo preferiría que me sacaran el jugo y alguien disfrutara de lo que Dios me dio para ofrecer. Si eres un árbol de manzanas, seguro que dolerá cuando te las arranquen, pero de nada serviría que se quedaran allí despreciadas porque no son buenas. Hay personas que se quejan: “Se aprovechan de mí”, pero bendito Dios que así sea.
Además, para dar fruto, debemos sacarnos el jugo, esforzarnos. Durante los once años que me congregué antes de ser pastor, me dediqué a servir sin descanso y no faltaba para escuchar toda la Palabra que fuera posible. No seas tan cómodo para vivir, tendrás una eternidad para acomodarte y descansar. Que tu lápida no diga: “Aquí continúa descansando quien en vida no se agotó ni dio fruto”. Las quejas de cansancio desaparecen con buenas actitudes. Deja que otros le saquen el jugo de tus frutos. No hemos acabado nuestra obra y no hemos terminado de dar fruto, hasta que toda nación sea de Cristo. La cosecha está lista, solo hace falta que la recojamos. Hagámoslo porque, además, recibimos pago por ello[4]. Como líder de grupo que se ha esforzado, tienes pago, te lo aseguro. Si realmente sirves al Señor, si no eres de los que se aprovechan, sino que recoges el fruto, si compartes sobre Jesús, tu recompensa es pedir lo que quieras y será hecho. Si la paga es tan grande, seguro que dar fruto es muy, muy importante.
No evadas tu responsabilidad de compartir del Señor, porque tenemos que recoger el fruto de Su cosecha. Pídele a Dios lo que Él es capaz de hacer, no conforme al salario que ganas, sino conforme a la recompensa que te ha prometido porque das mucho fruto y también trabajas recogiendo el fruto que ya está listo. Dile: “Señor, necesito Tus nutrientes. Declaro que el fruto que daré traerá oportunidad que aprovecharé para dar aún más fruto para tu gloria”. ¡Los mejores frutos están por venir!
Versículos de Referencia – [1] Lucas 13:6-8 [2] Mateo 3:8-10 [3] Jueces 9:8-14 [4] Juan 4:34-36 Juan 15:1-8:
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