Por Harold Caballeros
Para Dios no hay imposibles. Las distintas circunstancias de la vida puede que hayan provocado que archivemos en un baúl aquellos sueños que tuvimos por largo tiempo. Pero Dios nos invita a desempolvarlos y que nos animemos a creer que pueden hacerse realidad.
En una ocasión compartí una cena con el doctor David Yonggi Cho, y le solicité que me dedicara un libro con su firma. Entonces le llevé un ejemplar de «La oración clave del avivamiento». Mi única intención era que firmara el libro. Sin embargo, él tomó la lapicera y se puso a escribir. Obviamente, despertó mi curiosidad por saber qué decía su dedicatoria. Cuando tomé el libro vi que había escrito: «Querido Harold, tu visión va a cambiar tu vida, tu visión te transformará. La visión le dará forma a tu vida».
Los sueños y las visiones son el lenguaje de Dios. Solemos encontrarnos con aquellas personas que nunca soñaron, que vivieron desesperanzadas y vivieron en la pobreza y la necesidad. Dichas personas no supieron soñar. Pero Dios les dice: «Arrepiéntanse, desvístanse del hombre viejo, cambien su mentalidad y crean las buenas noticias del Evangelio». Si tú haces esto, tu vida tomará un nuevo destino. El día de soñar es hoy.
Pero también nos encontramos con aquella persona que se atrevió a soñar, pero que tropezó y ya no quiere arriesgarse a volver a fallar. Es la persona que no quiere soñar por miedo a fracasar otra vez.
Es necesario atrevernos a desempolvar los sueños. Es necesario que volvamos a soñar, a creer. Hay muchos sueños que la vida hizo marchitar. Las circunstancias, los tropiezos, las necesidades, la carencia y muchas veces la ignorancia, nos hizo guardarlos. Solemos decir: «Yo tenía un sueño, una ilusión, pero no lo logré». Pero quiero enseñarte cuál es la manera correcta de hablar.
Es tiempo de una nueva esperanza. Es momento de ponernos de pie, de mirar hacia delante y decirle sí a la vida, sí a los sueños y no al fracaso.
El sueño y la visión que Dios te da cambiarán tu vida. Una vez que recibiste el sueño de Dios, tu vida está marcada. Puede ser que tomes el sueño y lo guardes en un cajón, que lo escondas, que lo niegues, pero el sueño o la visión de Dios afectarán el rumbo de tu vida.
Si observamos la historia de José, vemos que ese «pequeño» sueño de un joven de diecisiete años alteró el curso de la humanidad. Las personas pueden decir: «Este es solo un sueño de un muchacho». Pero ese sueño ha sido impreso en La Biblia y en la historia de la humanidad.
No importa cuántos reveses hayas tenido. Dios tiene un tiempo escrito en el libro de la vida donde está el día, el mes, el año y la hora de tu victoria. El cumplimiento de su sueño llegará como llegó el de José.
Si tienes una visión del Señor, sujétate de ella. Si tienes un sueño de Dios, hazlo tuyo y este transformará tu vida. El día que decides querer cambiar con suficientes fuerzas, será el primer día de tu nueva vida.
Todo lo que cosechamos hoy es el producto de lo que sembramos ayer. Si quieres cosechar distinto de lo que hoy cosechas, entonces necesitas sembrar distinto de lo que siembras. Si tu actitud, tus pensamientos, tu mentalidad ha sido derrotista, negativa, pesimista, hay que cambiarla para obtener un futuro mejor.
Necesitamos soñar los sueños de Dios, necesitamos desear los deseos de Dios. Necesitamos ver las visiones de Dios y aferrarnos a su voluntad para nuestra vida.
Hay personas que dicen: «Yo tenía visiones, sueños, ilusiones, esperanzas, pero eso era en mis años de juventud, antes de que me pisoteara la vida y las circunstancias me aplastaran».
Probablemente aspirabas a un futuro diferente del que tienes hoy, pero quiero decirte que no es tan tarde. No importa cuántas dificultades has atravesado, no importa si fuiste a parar a una cisterna, o si tus hermanos te vendieron. Dios hará tu sueño realidad, lo verás y te gozarás.
Viaja a través de tu pasado y desempolva tus sueños. Busca tus sueños guardados y quítales el polvo. Dios te dio un sueño y ni el diablo ni nadie te robarán lo que Dios te dio. Será tuyo, lo tendrás y lo disfrutará tu descendencia.
Levántate, triunfa, demuestra el señorío de Jesús en tu vida. Has que tus sueños afecten a los demás, que tus sueños transformen tu nación. El Reino está en ti. Ponte firme, endereza los hombros, la mirada erguida, una sonrisa en los labios y sal a conquistar tus sueños.