Devocionales

Arrebatando la unción de David con el salmo 89  

 Amado Rey de Gloria, sublime amor que la vida me permitiste, y me llevaste a un punto del camino, en que sabías que comenzaría a depender únicamente de Ti, de tu Poder. Me preparaste pacientemente para comprender miles de situaciones, y me llenarías de esperanza de un modo tal, que se fuese cumpliendo en mí, cada una de tus promesas.

   Hoy, Padre Celestial, en que estoy convencido de que eres real, y puedo experimentar la gracia de verte actuar a mi favor; quiero ir por más cada vez, pues tu gloria es ilimitada y sé cuanto anhelas darnos a todos aquellos que estamos transitando este camino de poner primeramente tu Reino, los tesoros de revelación que tienes para darnos.

Hoy, vengo ante Ti, exclamando como el Siervo, en Salmos 89, versos 19 al 24:

 

“Entonces hablaste en visión a tu santo,

Y dijiste: He puesto el socorro sobre uno que es poderoso;

He exaltado a un escogido de mi pueblo.

Hallé a David mi siervo;

Lo ungí con mi santa unción.

Mi mano estará siempre con él,

Mi brazo también lo fortalecerá.

No lo sorprenderá el enemigo,

Ni hijo de iniquidad lo quebrantará;

Sino que quebrantaré delante de él a sus enemigos,

Y heriré a los que le aborrecen.

Mi verdad y mi misericordia estarán con él,

Y en mi nombre será exaltado su poder”.

 

Así es que, hoy, Jesús, traigo toda visión que tu Santo Espíritu me ha dado, la traigo a la existencia, porque en todo va tu promesa de redimirnos aquí en la tierra frente a todos, para que no quede persona alguna que sepa que Tú, eres el Dios de Israel, el Dios vivo.

El que nos habla de amor, incluso cuando somos llevados al desierto, en los lugares más áridos te haces presente y nos dices que no te has olvidado de nosotros, que no todo está perdido, porque te tenemos a ti, nuestro Dios, grande y poderoso.

Gracias Señor, porque haces honor a tu nombre cuando le haces justicia a tus hijos, cuando resuelves los conflictos con el poder de tu mano y cuando pones a cada uno en su lugar, rompes los arcos de los poderosos y revistes de poder a los débiles; a quienes tenían hambre, Tú has saciado sus necesidades.

Señor, Tú das y quitas la vida, en tus manos está todo el transcurso del hombre, sin embargo, cuando vemos hacía Ti, solo encontramos un rostro amoroso, dispuesto a perdonar, consolar, ayudar, guiar, enseñar y dirigir a cada uno hasta sentarlo entre grandes hombres, de espíritus puros. Gracias Señor porque Tú triunfas por encima de la oscuridad, pues Tú eres el dueño de las bases de la tierra, donde está colocado el mundo.

Y así como lo adviertes en tu salmo, en los versos del 24 al 32, para que amemos tus leyes, y no desviemos ni a derecha ni a izquierda:

“Y heriré a los que le aborrecen.

Mi verdad y mi misericordia estarán con él,

Y en mi nombre será exaltado su poder.

Asimismo pondré su mano sobre el mar,

Y sobre los ríos su diestra.

Él me clamará: Mi padre eres tú,

Mi Dios, y la roca de mi salvación.

Yo también le pondré por primogénito,

El más excelso de los reyes de la tierra.

Para siempre le conservaré mi misericordia,

Y mi pacto será firme con él.

Pondré su descendencia para siempre,

Y su trono como los días de los cielos.

Si dejaren sus hijos mi ley,

Y no anduvieren en mis juicios,

Si profanaren mis estatutos,

 

Y no guardaren mis mandamientos,

Entonces castigaré con vara su rebelión,

Y con azotes sus iniquidades”.

 

Así de este modo, me mantengo firme en tu palabra, porque como el ungido anhelo que mi descendencia reciba tus bendiciones desde el mismo instante en que tengan razón para valerse por sí mismos, pero cimentados en tu roca Señor, porque dice tu palabra en Proverbios 22:6

Muéstrale al niño el camino que debe seguir, y se mantendrá en él aun en la vejez.

 

A tus preceptos me aferro, y los declaro sobre mi vida y la de mi descendencia, en el Nombre de Jesús, amén. Hecho está Padre mío.

 

Haga clic para comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Arriba