Por Esteban Correa
La gracia es que Dios te recibe, te acepta, te abraza, te perdona, te da la bienvenida a su presencia, te cubre de amor.
Gracia es que, sin importar como sea o como haya sido tu vida, ni las cosas que hayas hecho; el amor de Dios hacia ti es inalterable.
Jesús es gracia, la cruz es gracia. El acceso al trono de Dios, por medio de nuestro espíritu y la fe, está abierto ahora por gracia.
Todos necesitamos esa gracia de Dios, que nos lleva a un cambio, a una renovación interior.
Dios te ama tal como sos, pero te ama demasiado para dejarte como estás. La gracia también es la fuerza del Espíritu Santo que te ayudará a vencer las debilidades, lo deficiente.
Con la gracia, en tu debilidad te harás fuerte. Es un favor inmerecido.
La gracia es para transformarnos, para hacernos conforme a la imagen del Señor Jesús.
Si tomas un momento cada día para abrir tu corazón a Dios, doblando tus rodillas, orando, buscando su presencia, tu vida cambiará, tus sueños volverán, el entusiasmo y fuerzas se renovarán, porque comienzas a tener contacto con esa gracia, con el amor del Señor que te llena.
«Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad». Juan 1:14
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