Tu mayor victoria es andar en el amor de Dios, llenarte de su presencia, tener comunión con Dios y los unos con los otros. El que ama, ha vencido al mundo, porque su fe está puesta en Jesús.
1 Corintios 13:13 dice: “Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor”.
Jesús nos dio un nuevo mandamiento, que nos amemos unos a otros como él nos ama. El primer y segundo mandamiento son semejantes: amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. El amor de Cristo en nosotros es lo que transforma nuestra vida, todo lo que hace Dios fue, es y será por amor, él es amor en esencia.
Nosotros necesitamos cada día recibir una cuota más de su amor, que nos va perfeccionando, solo debemos decidir recibirlo. La decisión de amar, es lo que abre la puerta a la madurez, no se trata de emocionarse, sino de decidir. Las emociones estarán, pero van detrás de la voluntad. Solo podemos esperar que Dios nos colme de su amor verdadero ,ya que el amor humano se puede extinguir, pero el de Dios nunca se acaba.
No podemos producir ni forzar ese amor, sólo podemos recibirlo. Cada día debemos pedir a Dios que nos sature de su amor, eso nos renueva, nos sana, libera y restaura. Crecer en amor es la meta de Dios para nosotros. La verdadera madurez.
Oremos así:
“Padre hoy abro mi corazón para que lo satures de tu amor. Decido andar en tu amor, decido dar de tu amor a otros. Recibo tu amor por el Espíritu Santo. Tu amor en mí, vence al temor y fortalece mi fe en Cristo, quien todo lo vence en el nombre de Jesús. Amén”
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