Tu justicia Señor, es eterna. Desde tu Santo templo, ves al hombre, desde tu trono lo juzgas y a cada quien le das su lugar. Con tus ojos, vigilas atentamente al hombre. A justos y malvados los vigilas por igual, por eso busco en el Señor mi refugio, pues fuera de Tu poder nada hay. Me refugio en ti, Señor, para aprender de tu santidad. Para que el temor de Tu nombre me transforme y con sabiduría me corrijas. Tú eres justo y amas al hombre justo; amas a quien no se corrompe, a quienes, aunque les digan a su alrededor: “escóndete, haz el mal, no hay Dios que te vea tus obras” se mantienen firmes, con la plena seguridad de que tu nos ves y que nuestra recompensa viene de Ti. Confío en ti y te alabo, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna y ordenas al universo según tu voluntad.
Tú reprendes a los paganos, a quienes, aun conociendo tu nombre, aman la violencia y los maltratos, su corazón se ha secado y endurecido y ya nada bueno sale de ellos. Reprendes a quienes se esconden en las sombras para hacerles el mal a las personas buenas. Por eso dice David en el salmo, que Tú Señor, harás llover sobre los malos brasas, fuego y azufre y traerás un viento que todo lo quemará. Trae Señor a mi vida, tu justicia. Pero trae también Tu Misericordia; pues nadie es tan justo y santo como Tú, Señor.
Todos tenemos culpas, fallamos, nos equivocamos, nos olvidamos de ti en algunos momentos, nos olvidamos de nuestros hermanos y no auxiliamos a quienes sufren; por tu misericordia, Señor, tennos paciencia, enséñanos como quien enseña a un niño pequeño, planta nuevamente en nosotros tu ley, sostennos con tu brazo para que no caigamos en las tentaciones, abre nuestros ojos al necesitado, pon en nuestra boca, tus palabras, danos el don de consejo y de piedad, para que con corazón alegre vayamos a consolar a los afligidos y que sientan Tú presencia en nosotros, Señor.
Gracias Señor, porque me recuerdas que tu bondad y protección siempre me acompañaran, como dice el salmo, Yo busco mi refugio en el Señor; ¿A dónde iré si tú tienes las riendas de mi vida? aunque huya, no lo hago porque todo se haya perdido, sino porque sé que Tú tienes el control de todo y debo esperar en tus tiempos para que todo resulte en tu voluntad. ¿A que he de temer si Tu justicia y tu poder me librarán de todo mal? Confío en ti de todo corazón, Señor, porque me das la fortaleza para enfrentar los obstáculos, porque apartas de mí las amenazas y burlas de otras personas, porque cubres mi rostro y me proteges del mal.
Confío en ti Señor, por eso no pierdo la esperanza, aun en las situaciones más adversas me refugio en Ti, pues tu eres el único capaz de restaurarme, dar justicia, derramar tu gracia en mi, mirarme con tus ojos de bondad, darme consuelo y darme tu misericordia. Si me llevas al desierto, resuenan en mi tus palabras del libro del Deuteronomio: “Y te acordarás de todo el camino por donde el Señor su Dios les hizo recorrer en el desierto durante cuarenta años” y “para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos”. Por eso confío, porque Tú habitas en mi corazón, porque Tú indicas la senda justa, el camino correcto, me instruyes, me guías, me sostienes, me das fuerza para continuar y me recuerdas, aun en los días más oscuros, que estas junto a mí, donde sea que yo vaya. Bendito seas por siempre Señor, en el Nombre de Jesús, amén.