Por Mario Serrano
Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron. (Mateo 20:34)
¿Sabías que Jesús te mira con compasión? Muchas personas creen que Jesús los observa, solo para condenarlos o para señalarles sus faltas y pecados.
Sin embargo su amor por ti no tiene límites, el entrego todo de sí mismo, para que alcances salvación, la cual no solo abraza tu alma, sino también toda tu existencia. Cada detalle de tu vida, toda lágrima, tristeza, enfermedad o preocupación, atrae la mirada compasiva de Cristo hacia ti.
Cuando la vida te golpea con un fracaso económico, una enfermedad incurable, larga o costosa, cuando el matrimonio se divide y el hogar se deshace, cuando los hijos se van del hogar para tomar caminos de perdición, cuando has agotado todos tus recursos emocionales y te sientes inútil, rechazado y solo. Es justo allí cuando Jesús está más cerca de ti. Es cuando su compasión fluye hacia tu vida y su mano se extiende para consolarte. El toque de sus manos heridas transforma en miel toda amargura del Espíritu. La tristeza se transforma en gozo, en tibieza el frio de la soledad y en armonía el desastre que te rodea. Recibe ahora el toque compasivo del Señor. Él es real y está junto a ti. Sus ojos te miran con amor y compasión.
Oremos así:
«Gracias Jesús por tener compasión de mí. Puedo sentir que estás conmigo. Una gran sensación de alivio y bienestar llenan mi alma. Sé que me amas y jamás me dejaras. Recibo tu toque amoroso que me transforma. Te doy gracias y alabo tu bendito nombre, amen».