No hay maldición que te pueda alcanzar cuando tu vida permanece conectada al Señor Jesús. Nada lo puede vencer a Él, y por consecuencia, nada te puede derrotar a ti. Eres más que vencedor. Toda maldición en tu contra, inevitablemente, se convertirá en bendición.
En audio:
“Entonces el rey Balac le reclamó a Balaam: —¿Qué me has hecho? Te traje para maldecir a mis enemigos. ¡En cambio, los has bendecido! Pero Balaam respondió: —Yo hablaré solamente el mensaje que el Señor ponga en mi boca”. El rey Balac era enemigo del pueblo de Dios, y mandó a llamar al profeta Balaam para maldecir a Israel. Balaam le dijo que solo diría lo que Dios pusiera en su boca, entonces cuando abría la boca solo salían bendiciones hacia Israel. Lo probó de diferentes formas, sin embargo, lo único que pudo hacer fue bendecir al pueblo del Señor. Nosotros como pueblo de Dios, y si permanecemos en Cristo, las maldiciones no nos alcanzarán. Al estar unidos a Jesús somos parte de su reino, las maldiciones que vengan a un país, o quieran venir sobre nosotros, se convertirán en bendiciones. Cristo clavó todas las maldiciones en la Cruz: la esclavitud espiritual, la escasez, la opresión, la amargura, las enfermedades, la condenación y la culpa, fueron clavadas en la cruz del calvario, por eso nadie puede maldecir lo que Dios ha bendecido. Nosotros estamos en este mundo, pero nuestra ciudadanía pertenece al reino de los cielos. Así lo dice el salmo 91:7 “Podrán caer mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará”.
Hagamos esta oración:
“Dios Padre gracias porque toda maldición que quiera venir sobre mi se convertirá en bendiciones. Permanezco recibiendo de tu vida por el Espíritu Santo y recibo todas las bendiciones del reino de los cielos en el nombre de Jesús, Amén”.