“YO soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador” (San Juan 15:1)
¡Que maravillosa declaración! Saber que el Padre Celestial es quien cuida de nuestro crecimiento y desarrollo produce paz y seguridad.
Muchas personas se frustran al no ver avances ni resultados en su vida espiritual. Luchan, se esfuerzan, trabajan y dan todo de sí mismos tratando de producir algún fruto, pero solo encuentran fracaso y una vida carente de poder.
Estamos injertados en la vid que es Cristo. Y toda vid necesita un labrador que la plante, cuide, vigile y recoja su fruto.
Dependemos del labrador en cuanto al lugar donde hemos de crecer, nuestra protección, el ser regados, podados etc.
Nuestra savia espiritual, nuestra fuente de poder y vitalidad proceden de estar unidos íntimamente a Cristo Jesús.
No obstante nuestro Padre se encarga de darnos el crecimiento y los cuidados necesarios para estar sanos y fuertes espiritualmente.
Ten certeza y absoluta confianza que Dios producirá en ti los frutos necesarios y hará de ti una obra perfecta.
Nuestra total dependencia de Dios queda reflejada en este cuadro precioso del labrador y la vid.
Nada puedes lograr por ti mismo. Cuando tienes este sentido de invalidez total y reconoces tu insuficiencia para dar fruto abundante en tu vida, es cuando le das espacio a Dios para hacer su obra en ti.
Dios es el labrador, no tienes nada que temer, ríndete en sus manos, ten la plena confianza que él te dará todo lo que necesitas para crecer y desarrollarte. Él es la garantía de tu crecimiento, de tu permanencia y de tu fruto.
“En aquel día cantad acerca de la viña del vino rojo.
Yo Jehová la guardo, cada momento la regaré; la guardaré de noche y de día, para que nadie la dañe.” (Isaías 27:2-3)
Oremos juntos así:
Amado Padre celestial. Somos tu viña y tú eres el labrador.
Que paz y que honor es saber que estamos en tu manos.
Que tu Espíritu Santo imprima esta verdad en mi corazón
Enséñame a conocerte y a confiar en ti
Padre haces tu obra y cumples tu propósito en mí.
Al permitir que hagas tú obra comienzo a producir fruto abundante y a vivir la vida victoriosa y de poder que deseas para tus hijos.
Tus tiernas manos me cuidan y proveen a todas mis necesidades.
Pido, creo declaro y recibo todo esto y mucho más en el nombre de Jesús, amen.
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