Abba, Padre mío, Rey que quitas y pones reyes por toda la tierra, acudo hoy a ti, levantando un clamor como lo haría Isaías.
“Ahora pues, dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza); dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra. Así ha dicho Jehová, Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las naciones, al siervo de los tiranos: Verán reyes, y se levantarán príncipes, y adorarán por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió.”
Acudo a ti, con el salmo 79 como espada, en sus versos 5 al 8, de la Nueva versión Internacional:
“Oh Señor, ¿hasta cuándo seguirás enojado con nosotros? ¿Será para siempre?
¿Hasta cuándo arderá tu celo como el fuego?
Derrama tu ira sobre las naciones que se niegan a reconocerte,
sobre los reinos que no invocan tu nombre.
Pues devoraron a tu pueblo, Israel,
y convirtieron la tierra en un desierto desolado.
¡No nos hagas responsables por los pecados de nuestros antepasados!
Que tu compasión satisfaga pronto nuestras necesidades,
porque estamos al borde de la desesperación”.
Conforme a esta palabra, vengo Señor, tú que eres el mismo de ayer, hoy, mañana y siempre. En un tiempo donde todo se ha acortado, y tu venida Jesús, está cada día más cerca. En un tiempo, donde los que te amamos, y te esperamos no tememos decirte como en Apocalipsis 22:20 “Ven Señor Jesús”
Pero sabemos que estás al pendiente de tu pueblo, de los corazones endurecidos que aún no aceptan que el Mesías ya vino, y volverá como León a buscar a su Iglesia. Padre, como hijo tuyo, que te conozco y sé lo que ocurrirá a todo aquel que haya negado a tu Santo Espíritu; te clamo que abras los ojos de los ciegos en Israel, que envíes millones de legiones de ángeles a retirar las escamas de esos millones de Ananías que no quieren aceptar que ya estás entre nosotros. Y que así, pueda cumplirse la profecía, de que tu pueblo físico de Israel, sea el pueblo amado en todo el mundo entero y dejen de ser perseguidos.
Ponle fin, a todas las maldiciones generales que han arrastrado como pesadas cadenas, y que hasta el día de hoy, los oprimen, retira de ellos la religiosidad, y dales las respuestas que a diario te piden en cada una de tus leyes que cumplen fielmente, porque como Saulo, son un pueblo que te teme y acuden cada Shabat a ti, para ser guiados por tu Espíritu, para corrección y expiación que buscan una vez al año.
Padre míralos con mucha más misericordia, y entrégales las llaves de la revelación, háblales en sueños como haces con todos los que creemos firmemente en ti.
Abre sus ojos, y que ellos puedan ver al REY, al Amado, al Nombre sobre todo Nombre, que es quien pelea junto a ellos sus batallas, aunque lo sigan negando.
Concédeles que puedan tener visión espiritual, y vean el cumplimiento real del Salmo en sus versos 12 y 13, reconociendo ante el mundo, que ya por fin saben, que Jesús es el Hijo del Hombre.
“Oh Señor, multiplica siete veces tu venganza contra nuestros vecinos
por la burla que han lanzado contra ti.
Entonces nosotros, tu pueblo, las ovejas de tu prado,
te agradeceremos por siempre y para siempre,
y alabaremos tu grandeza de generación en generación”.
Quita de ellos la confusión, y la altivez, cuando muchos de ellos piensan que tienen la verdad. Enséñales el verdadero camino, que somos muchos de tus hijos, que han predicado a tu pueblo en humildad y responsabilidad de llevar a ellos, lo que tenemos: a Jesús. Amén.