Devocionales

Salmo 50 para renovar nuestro corazón

Padre mío, Tú eres el Señor, Dios de dioses y Rey de reyes, Tú eres el Señor de toda la tierra y todo lo que habita en ella te pertenece. Bendito seas, Señor, porque aún con toda tu grandeza no te olvidas del género humano; cada día purificas a los tuyos, nos lavas y nos dejas tan blancos como la nieve, nos llenas de gozo y alegrías, borras de nosotros nuestras maldades y nos transformas a una vida de santidad. Tú, Señor, eres fiel y justo, todo lo que has prometido al hombre desde el principio de los días lo has cumplido. Por eso mi corazón se llena de gozo en tu salvación.

Creo, Señor, en tu palabra, que dice en Salmos 50: verso del 1 al 6, versión Reina Valera:

El Dios de dioses, Jehová, ha hablado, y convocado la tierra,

Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone.

De Sion, perfección de hermosura,

Dios ha resplandecido.

Vendrá nuestro Dios, y no callará;

Fuego consumirá delante de él,

Y tempestad poderosa le rodeará.

Convocará a los cielos de arriba,

Y a la tierra, para juzgar a su pueblo.

Juntadme mis santos,

Los que hicieron conmigo pacto con sacrificio.

Y los cielos declararán su justicia,

Porque Dios es el juez. Selah

 

Tú nos has llamado, Señor, a todos los que habitan en la tierra, nos has llamado resplandeciente desde Sion, con el fuego de la justicia, que purifica nuestras vidas; Señor, pon en mi un corazón limpio y con fuego renueva mi espíritu, que sea fiel a tu Palabra. Que tu Santo Espíritu habite en mi, para que pueda yo sentir verdaderamente el gozo de la salvación, sostenme, Señor, para que yo pueda enseñar a los rebeldes tus caminos y que incluso los que se han entregado a una vida de pecado se vuelvan a ti y Tú los salves. Señor, has dicho en tu palabra que a tu tribunal asistirás cubierto de una tempestad, muestra incomparable de tu poder, danos, Señor, a través de tu Espíritu la facultad de reconocerte en cada persona, en quienes sufren y quienes se encuentran perdidos, que sepamos reconocer la obra salvadora que haces en cada uno, comprender sus pasos y que tengamos un poco de tu fuerza para ayudarles a caminar; Señor, que nuestro corazón siempre esté abierto a proteger de los peligros a los demás, y que nuestras palabras sean reflejo de tu amor hacia estas personas, úsanos siempre de instrumento de tu poder para traer tu salvación a todas las personas sobre la tierra.

Dices en tu palabra, Señor, que tu juicio comenzará por quienes han hecho el pacto con sacrificio, es decir, tu pueblo escogido, al cual nosotros pertenecemos gracias a nuestro Señor Jesús. Señor, pido que al posar tus ojos sobre nosotros no dejes de mirarnos con amor y transformarnos para dejar atrás nuestras vidas de pecado, que tu mirada sea suficiente para darle un giro completo a nuestras vidas y devolvernos al camino de la rectitud; mira con compasión a tu pueblo, que exclama con confianza cada día “Dios me ayuda, el Señor, siempre está conmigo y me sustenta”, porque esa es la verdad. Señor, quédate siempre con nosotros, no pases de largo. Ya nuestras ofrendas no serán las cosas de este mundo, las cuales ya tu posees, dices en tu palabra que si tuvieses hambre, no le pedirías sacrificios al hombre, pues ya todo lo que hay sobre la tierra te pertenece; en cambio nuestras ofrendas serán la gratitud, la pureza de nuestro corazón y andar por el camino de la virtud, siguiendo cada día a nuestro Señor Jesús, tu nos librarás y nosotros te honraremos por siempre, en cambio, tu nos darás lo más valioso de este mundo; la salvación, por nuestro Señor Jesús, amén.

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