Por Mario Serrano
“El que perdona la ofensa cultiva el amor; El que insiste en la ofensa divide a los amigos”. (Proverbios 17.9)
Cuando un grupo de amigos, una pareja, una familia, o una comunidad practican la reconciliación y el perdón en su trato diario, corrientes de bendición fluyen trayendo a ese ambiente paz, gozo, y seguridad. Los que tienen la posibilidad de habitar aquí, disfrutan de un verdadero paraíso.
Por el contrario, las personas que guardan rencor odio y amargura hacia los demás, que solo están pensando en el daño recibido y en el modo de vengarse, crean a su alrededor un contexto oscuro y hostil, junto a ellos se respira y se cierne un ambiente infernal.
Es difícil reconciliarse con alguien que nos ha humillado y ofendido injustamente. O apaciguar nuestros ánimos con aquel que ha arruinado nuestra reputación o ha lastimado a nuestra familia. A veces es tanta la opresión y dolor que sentimos que no podemos dormir por la noche pensando en el ofensor y en el daño que nos ha hecho. Jesús es misericordioso y entiende lo que es ser tratado injustamente, traicionado y olvidado.
Si, nadie comprende esto más que Jesús, es por ello que él se identifica con nuestras debilidades. Si acudimos a él, nos proporcionara la ayuda necesaria para cada situación. “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2.18)
Solo Jesús te capacita y te brinda el poder para perdonar. Si has sido lastimado, perdona, y como nos enseña el pasaje de hoy, no insistas en la ofensa. No tiene sentido encadenar tu felicidad, por una situación presente o del pasado. Tú puedes traer a tu ambiente ríos de paz y bendición si solo decides amar y perdonar. Encomienda la injusticia, el maltrato o la ofensa al Señor. Deja que el haga justicia.
Cultiva en tu entorno la paz y el amor que solo se disfruta a través del perdón. Oremos así: Padre celestial, sé que la faltad de perdón es un pecado que me separa de mis semejantes y también de ti. Quiero ser libre del rencor. Por eso recibo de ti el poder para perdonar a quienes me han hecho mal. Bendícelos Señor, y glorifícate en mi vida, trayendo a mi vida y mi entorno ríos de paz, armonía y bendición. Lo pido en el nombre de Jesús… amen.