Por Mario Serrano
“Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre… Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad (San Juan 4::20, 21,23)
Hace algunos días estuve en la ciudad de Córdoba, Argentina. Estando de visita en aquel lugar tuve el privilegio de hacer un recorrido guiado por algunos montes, sierras y ríos de aquel lugar maravilloso.
Caminando en una de sus sierras vi algo que me llamo la atención. A un lado del sendero por el que íbamos caminando, entre la vegetación, había un conjunto de piedras colocadas en forma ordenada, apiladas unas sobre otras, representando algún tipo de altar o lugar de adoración, Esto me hizo reflexionar y comprender que desde la antigüedad el hombre ha tratado de acercarse a la deidad a través de altares y lugares de adoración en montes o “lugares altos” como hace referencia la Biblia en el antiguo Israel Moisés también subió al monte Sinaí para tener un encuentro con Dios y recibir la ley y las ordenanzas del antiguo pacto.
Jesús enseña en este pasaje que llegara el día y es ahora, cuando adoraremos a Dios sin necesidad de tener lugares específicos o monopolios de adoración.
Dice Hebreos 10:19-20 “Entonces, hermanos, puesto que tenemos confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo que El inauguró para nosotros por medio del velo, es decir, su carne…”
Y Efesios 3:12 afirma con respecto a Cristo y su obra “…en quien tenemos libertad y acceso a Dios con confianza por medio de la fe en El.
Jesús por medio de su muerte y sacrificio inauguro un nuevo Pacto. En esta nueva alianza por medio de nuestra fe en Jesús podemos acercarnos con confianza al trono de Dios y tener comunión con el Padre todas las veces que lo necesitemos. No dependemos de un lugar específico. Todo lugar donde alcemos nuestro corazón en adoración se transforma en el sitio ideal para encontrarnos con Dios.
¡Que sacrificio tan perfecto, que maravillosa promesa, por medio de Cristo, ahora mismo, puedes acercarte con confianza y tener comunión íntima con el Padre celestial!
Oremos juntos así:
Padre, gracias por Jesucristo. Su sacrificio abrió un camino nuevo y vivo hacia tu presencia.
En este momento sé que nada puede impedir que me acerque a ti con absoluta confianza.
En este lugar quieto, en este lugar secreto de adoración elevo a ti mi corazón, y recibo el bien que mi alma necesita.
Presento cada una de mis necesidades y tomo un tiempo para oír tu dulce voz hablando a mi corazón.
Pido, creo, me gozo y recibo esta bendición en el nombre de Jesús, amen.