Por Esteban Correa
Los seres humanos estamos creados para vivir en felicidad, abundancia y amando a Dios sobre todas las cosas. ¿Podemos vivir en esa plenitud? Si, es posible porque es una promesa de Dios. Dios nos prometió eso y no miente. La pruebas y aflicciones solo deben cumplir con un propósito transitorio, pero la voluntad final y definitiva de Dios es que vivamos “llenos de días de gozo y disfrute”. El mismo disfruta de sus hijos al verlos felices. La tierra prometida no es solo “prosperar económicamente” es mucho más que ello, no es solo “Tener paz interior”, la tierra prometida es estar bajo la bendición y la gracia continua de Dios, es vivir llenos y rodeados del favor de Dios, es tener plenitud interior y frutos visibles en todo aspecto.
El libro del éxodo en la biblia es el camino de la transición, el camino que debemos atravesar para transformarnos en personas aptas para entrar en la tierra prometida. El pueblo de Dios Salió de Egipto, (que para nosotros es la vida de pecado) y tuvieron que cambiar viejas costumbres, renovar su mente, purificar su corazón, obedecer mandamientos, aprender a confiar en su Dios y ver su mano poderosa. Ellos vieron la manifestación sobrenatural más grande que hasta ahora se haya producido sobre el planeta. Ellos vieron el mar rojo abrirse, caer plagas en el pueblo enemigo, llover maná del cielo, vieron salir agua de la roca, una columna de fuego en las frías noches del desierto, una nube
que los cubría del intenso calor del sol y muchas otras señales milagrosas que simbolizan la provisión total de Dios por medio de Cristo.
Cuando veas más ampliamente a este Dios que tenemos, el único y sabio Dios, comprenderás que te creó para que heredes esa tierra de plenitud en el presente y luego la vida eterna.
Al salir de Egipto entraron al desierto (Ex. 15) y el desierto debía cumplir una función de santificación, consagración y transformación de su corazón (Dt. 8:2) para entrar rápidamente a la tierra prometida.
Al final sabemos que pasaron 40 años dando vueltas en el desierto y de aquella primer generación, solo Josué y Caleb, pudieron entrar en la tierra prometida, el resto murió en el desierto, solo ingresó la nueva generación nacida en el desierto.
La primera generación fueron los que vivieron muchos años siendo esclavos en Egipto, y desarrollaron su vida en el desierto, ahí vivieron, crecieron y murieron, pasaron sus días y sus años en esa tierra estéril. Lo lamentable de esto es que hoy día muchos cristianos mueren en sus desiertos. Terminan sus vidas sin haber sido conquistadores, sin vivir en sus sueños cumplidos. La vieja generación del desierto no se pudo despegar de la mentalidad de esclavo, ellos no creían que ahora Dios los podía transformar, no confiaban en Dios, no confiaban en que Dios les podía dar la capacidad y las estrategias para conquistar su tierra prometida.
La biblia se divide en creyentes que conquistan y creyentes que no cumplen sus sueños, es decir creyentes de desierto.
Un espíritu diferente
Josué y Caleb son quienes tenían un espíritu diferente a todos los demás. Todos tenemos que desarrollar ese espíritu diferente, ese espíritu de conquista que todo lo derriba, que avanza, que destruye murallas por la fe, que pelea y gana, que se esfuerza y todo lo que hace prospera.
El rey David fue otro gran ejemplo para nosotros, alguien que luchó con el espíritu de conquista. Alguien que junto con Josué y Caleb entra en la lista de los héroes de la fe (Hebreos 11) ¿Quieres sumarte a esta lista de conquistadores o quieres morir en el desierto como los demás? Dios dijo de David:
“Varón conforme a mi corazón” (1 Sam. 13:14) los conquistadores agradan a Dios, porque tienen fe, y dice la biblia que David terminó su vida de esta manera: “
Y murió en buena vejez, lleno de días, de riquezas y de gloria; y reinó en su lugar Salomón su hijo”. 1 Crónicas 29:28
La Nueva traducción viviente lo describe asì:
“Murió en buena vejez, habiendo disfrutado de una larga vida, riquezas y honor. Después su hijo Salomón gobernó en su lugar”.
A pesar de haber tenido muchas dificultades y de haber cometido pecados que le trajeron sufrimiento, aún así Dios lo bendijo (porque no permaneció en ellos) lo respaldo y lo usó con poder.
Extracto del libro: «Entra a tu tierra prometida«