Devocionales

La LUZ de Jesús aterrorizó a los religiosos

Juan 1:5 “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”

Los agnósticos no pueden entender a Cristo, por la misma razón que un ladrón no desea encontrarse con un policía.

Hay una mejor traducción para Juan 1:5, “la luz brilla en la oscuridad y la oscuridad no puede superarla”. El punto es que toda la oscuridad del infierno no puede apagar la luz de Jesucristo.

Cuando El nació, la luz de una estrella guió a los hombres sabios. Cuando El fue dedicado, Simeón profetizó que El sería la luz para los gentiles.

Cuando El habló, la luz de su mundo aterrorizó al mundo religioso. Cuando tu realmente enciendes la luz al mundo, la gente en tu iglesia que saldrá corriendo primero son los religiosos, no los salvos y santificados.

Cuando El oró, el diablo y sus demonios temblaron ante el resplandor de Su presencia. Cuando El resucitó de la tumba hubo una explosión de luz que noqueó a los guardias romanos hasta tumbarlos al suelo.

Cuando El regrese a la tierra, el mundo entero lo verá como una luz que brillará del este al oeste. Esa es una maravillosa profecía encontrada en Mateo 24:27, “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre”.

¿Sabes cómo pueden predecir los meteorólogos cuándo terminará una tormenta? Cuando los relámpagos destellan del este al oeste. Esa es la forma en la que Jesús regresará a la tierra, como un relámpago que parpadea para indicar que es el fin de la tormenta.

Cuando El se siente en su trono en la Nueva Jerusalén no habrá necesidad de sol o de luna, “porque… el Cordero es su lumbrera” Apocalipsis 21:23.

El murió en total oscuridad, pero El reinará en la ciudad donde el Cordero es la luz. El infierno no puede apagar la luz, y el infierno no puede dejar a la iglesia fuera.

Un comentarista de televisión me pregunto, “Pastor, ¿tiene usted miedo de que la iglesia esté yendo a una era post- cristiana? Yo respondí, “Si es así, es culpa de la iglesia, porque la luz de Dios nunca ha disminuido desde el momento que nació Jesús en el pesebre de Belén.

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