Señor, yo me alegro en ti de corazón porque Tú me das nuevas fuerzas; mi corazón se eleva a ti como el de Ana, para agradecerte cada día, porque la victoria siempre es tuya, porque Tú me has ayudado y eso es suficiente para regocijarse. Pues como dice el Salmo 40:1-3
“Esperé pacientemente al Señor; se inclinó hacia mí y escuchó mi llanto. Me sacó del pozo de la destrucción, de la ciénaga, y puso mis pies sobre una roca, asegurando mis pasos. Me puso una nueva canción en la boca, una canción de alabanza a nuestro Dios. Muchos verán y temerán, y confiarán en el Señor”
Nadie es Santo como Tú, Señor; Nadie protege como Tú, Dios mío. Por eso me alegro en tu salvación, pues nada hay fuera de ti, Señor, en ningún lugar hay un refugio como mi Dios y Padre.
Hoy, vengo ante ti, con un corazón esperanzado en un milagro que asombre a todos, un milagro que les demuestre que en toda la tierra no hay uno como Tú, capaz de escuchar los sollozos de mi alma, así como Ana en 1 Samuel 2:1-11
“Y Ana oró y dijo:
Mi corazón se regocija en Jehová,
Mi poder se exalta en Jehová;
Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos,
Por cuanto me alegré en tu salvación.
No hay santo como Jehová;
Porque no hay ninguno fuera de ti,
Y no hay refugio como el Dios nuestro”.
Esta oración de Ana, me enseña a regocijarme en el Señor incluso en los momentos más difíciles, pues aunque pueda parecer en momentos que nada a nuestro alrededor está bien, aún podemos confiarnos a Dios y sentirnos alegres, pues de Él viene nuestra salvación y con toda seguridad podemos afirmar que también vendrá en el momento oportuno nuestro auxilio.
Aumenta Señor, nuestra confianza en ti, para que también aumente nuestra humildad, aleja de nosotros los orgullos y las pretensiones que no llevan a nada y que corrompen el alma, más bien haznos ver con claridad tu sabiduría, pues todo el saber es tuyo y en ti está el pesar las acciones del hombre. Haznos, Señor, reconocer tus obras maravillosas en nuestros días, ver las bellezas de la creación y sorprendernos con las maneras en la que nos hablas y nos enseñas a caminar; para así agradecerte más fervientemente cada día. Así lo dejó plasmado 1 Samuel 2:8-10
“Porque de Jehová son las columnas de la tierra,
Y él afirmó sobre ellas el mundo.
El guarda los pies de sus santos,
Mas los impíos perecen en tinieblas;
Porque nadie será fuerte por su propia fuerza.
Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios,
Y sobre ellos tronará desde los cielos;
Jehová juzgará los confines de la tierra,
Dará poder a su Rey,
Y exaltará el poderío de su Ungido”.
Quiero agradecer, Señor, por la vida, porque haces fértiles nuestros días y nuestras empresas, porque nos haces rebosar de salud y nos curas de la enfermedad; gracias Señor, por tu justicia, por acompañar al hombre en cada uno de sus pasos y dar a cada quien según lo merece. Pero también quiero agradecerte, Señor, por la gracia; nosotros somos débiles en nuestra carne y caemos en las tentaciones de este mundo, sin embargo, nos has dado un espíritu firme, que aún en medio de la oscuridad te busca, que incansablemente quiere volver a ti y Tú, nos llenas de tu Amor y tu Gracia, renuevas nuestras fuerzas con el poder de tu Espíritu y nos invitas a continuar, nos dices que estarás con nosotros hasta el fin del mundo, en Nombre del que viene, el Salvador, el Invicto, el León de la Tribu de Judá.